Modelos
curriculares, ostracismo académico, rutas sociales y esperanzas
Autor:
Mario Alfredo Cantarero
mariocantarero@yahoo.com
Indice
Introducción
Cuando
se trata de responder a la pregunta: ¿Cómo formar a los futuros comunicadores?,
¿Qué debe educarlos?, han aparecido una serie de apreciaciones educativas,
que van desde el enciclopedismo burdo hasta el empirismo puritano.
Los modelos defendidos a priori en la mayoría de los casos adolecen
de fundamentación; esto es, la especificidad del tiempo y del
espacio histórico se da por hechos. En esta oportunidad, se plantea
el problema educativo y sus perspectivas en el contexto nacional.
Enciclopédicos
conocimientos
Al plantearse
el asunto: ¿qué debe saber el comunicador?; algunos sostienen que este
profesional debe tener la suficiente y amplia competencia en casi todos
los dominios del saber: Economía, Matemática, Química, Literatura, Contabilidad,
Manualidades, Pintura, Anatomía, Ecología, Antropología, Electrónica,
Astronomía, Estadística, Mercadeo y otras ciencias y artes más.
Sólo así el comunicador, apropiado de un enciclopedismo renacentista,
podrá investigar cualquier fenómeno de la actualidad y confeccionar
la información en cualquiera de los campos de la profesión. Se trata
de formar un sabelotodo y hacelopoco.
Además de darle una competencia en todas las ciencias puras, aplicadas,
históricas, económicas, etc., algo parecido o similar a un Leonardo
Da Vinci en plena postmodernidad, al comunicador se lo debe
adiestrar en la capacidad analítica, sintética y crítica, algo así como
un Aristóteles guanaco.
De esta manera el informador podrá darle relieve y profundidad a los
hechos que lo merezcan, por su trascendencia para el país. Esto implica
que abordará en todas sus dimensiones, formas, fases y elementos los
acontecimientos del presente social actual. Se trata de formar, además,
un especialista al estilo de Ellacuría y otros
jesuitas.
Otros, además y todavía, se atreven a plantear que los informadores
deben estar capacitados para transformar política y socialmente el país,
para establecer una democracia plena. En esta perspectiva, también,
el periodista debe de formarse como un "auténtico revolucionario"
a talla del Che Guevara.
Además, considerando la existencia del público lector, oyente o televidente
como una "masa amorfa e indeterminada", cuyos conocimientos
son casi nulos o limitados, el informador es concebido como un intérprete
versátil, que debe transmitir un mensaje claro y sencillo, a partir
de todas las posibilidades expresivas de todos y cada uno de los medios.
Así el periodista será un experto en el manejo y en el lenguaje de todos
los medios: Audiovisuales, impresos y virtuales.
Reverencia
incondicional a las modas
Esa diversidad
de ideas sobre el perfil esperado en la formación de periodista, en
El Salvador cobra vigencia todavía en el contexto de la educación universitaria.
Como en toda Latinoamérica, en este país se han seguido las modas curriculares.
Desde los años sesenta, se asume el modelo tecnicista,
encarnación del funcionalismo, que contempla tres elementos básicos
como supuestos educativos: prioridad en la habilitación técnico-profesional,
cuyo objetivo era enseñar el "oficio"; ajustar la enseñanza
a las demandas del mercado laboral, cuyo propósito era imitar tal cual
la práctica en el medio, y, finalmente, la buscar la incidencia político-social
a través de la opinión pública, para reducir la incertidumbre de la
población. En este sentido, tener la habilidad discursiva para manipular
subrepticiamente a las masas inactivas, dóciles de orientar políticamente,
con campañas subliminales y persuasivas.
Se implementa, casi paralelamente al anterior, el modelo del "comunicador
como intelectual", que enfatiza, desde una perspectiva humanista,
que el informador debe formarse con una solidez intelectual, proporcionada
por las ciencias del hombre y de la sociedad. Para conseguirlo, había
que proporcionarle un marco referencial, que implique conocimientos
de historia, antropología, sociología, psicología, lingüística, filosofía,
etc., etc. Aquí la técnica se subordina a la formación humanista, pues
sólo de esta manera se accede, a través de los medios, a la transformación
de la dinámica sociocultural.
Otro modelo, variante o degeneración del anterior, es el del "comunicólogo",
que, para su formación, en la práctica educativa se sobrecargó con la
enseñanza de la teoría crítica, mejor dicho de un materialismo histórico
dogmático, con énfasis en la Escuela de Frankfurt. Aquí rotundamente
se abandonó la formación y habilitación técnica, pues su prioridad era
crear una conciencia de clase, con la intención de conocer la esencia
de la injusticia social, de revelarla políticamente, y, consecuentemente,
para transformarla en beneficio del "pueblo", por medio de
una práctica revolucionaria.
Operativamente, en El Salvador, en casi todo el espectro de universidades
que ofrecen la carrera de comunicaciones o de periodismo, existe una
hibridación de esos modelos de formación de comunicadores. Significa
que es una mezcla de concepciones, muchas de las cuales defendidas a
partir no sólo del desconocimiento del campo educativo de la profesión,
sino también de la ingenuidad intelectual de privilegiar la actividad
reporteril de actualidad del día sobre otras no menos importantes, como
es el periodismo de investigación, el periodismo cultural o el periodismo
científico.
En pleno siglo XXI, la obnubilación educativa
se enmaraña aun más, con una mezcla bastante complicada, en la que se
encuentran substratos de todas las modas curriculares y se retoman acríticamente
los planteamientos de la tendencia economicista
y tecnocrática de la comunicación: la mercadotecnia mediática
y la comunicación virtual. Esto como resultado de la moda de la globalización
y el consustancial desarrollo de internet.
Ostracismo
académico
El problema
de la formación de comunicadores profesionales en El Salvador debe plantearse
no en la defensa a priori de los modelos curriculares, sino en la vinculación
o desvinculación existente entre sociedad y universidad. En términos
generales, las universidades que ofertan la carrera, han perdido su
plena y eficiente vinculación con el resto de la sociedad. Se han encerrado
en sí mismas y se han desfasado con relación a las nuevas condiciones
de la nación, al desarrollo de las Ciencias de la Comunicación y de
la permanente evolución de las nuevas tecnologías. Significa que sus
modelos educativos no responden a las necesidades actuales de la sociedad
salvadoreña.
Este ostracismo académico se expresa en los siguientes rasgos:
a) Muchos de los modelos curriculares vigentes y los proyectos de desarrollo
presentes en el país tienen poca o débil sintonía. Puede afirmarse que
la educación universitaria está en la retaguardia con relación a las
demandas educativas que establece la sociedad actual. Aunque hay que
reconocer que la nueva legislación educativa en el país está obligando
a los centros universitarios por lo menos a revisar sus planes de estudio
cada cinco años y a disponer de las condiciones didácticas mínimas para
la formación de alumnado.
b) Las universidades son conservadoras, en el sentido de que no involucran
las propuestas académicas de los diferentes sectores de la sociedad.
Sus proyectos curriculares se cierran a los diferentes proyectos políticos
y sociales, convirtiendo a las universidades como monasterios del saber
sin ninguna vinculación histórica.
c) Los modelos curriculares, en lugar de responder al dinamismo de la
sociedad y al proyecto nacional, se formulan a partir exclusivamente
de opciones político-ideológicas, o en las meras demandas del mercado
laboral. Significa que sus políticas educativas están diseñadas desde
perspectivas poco abiertas a las perspectivas de desarrollo de la nación
en el concierto de los procesos de globalización. Muchas veces se sacrifica
la formación del profesional para el país de todos los salvadoreños
por formarlo para un país de sectores sociales bien definidos.
d) Los limitados recursos financieros, tecnológicos y humanos dificultan
hacerle frente de modo eficiente y oportuno a las necesidades sociales
en comunicación. Entre otras razones, porque en las instituciones educativas
sobrevaloran la dimensión administrativa y, consecuentemente,
se relega a un segundo plano la dimensión académica. En su mayoría,
se piensa desesperadamente mejor en la relación costo-utilidad que en
la inversión en la formación especializada del profesorado o en la facilitación
de mejores condiciones educativas para dar un servicio educativo de
calidad a los alumnos. O en todo caso, se preocupan más por tener una
presencia publicitaria activa en los medios de comunicación que en posibilitar
mejores condiciones salariales del profesorado. Esto explica la situación
de debilitamiento educativo de la parte académica de los centros universitarios.
e) Las instituciones civiles o privadas no creen o tienen desconfianza
de la formación universitaria. Esta actitud de los sectores sociales
es el resultado de la débil formación profesional prestada al alumnado
en las condiciones citadas. De allí que el mercado laboral privado,
desde hace una década, ante la avalancha de graduados por año en la
treintena de universidades existentes en el país, está realizando un
proceso de selección de profesionales, en la que excluyen a muchos licenciados
porque vienen de tal o cual universidad, e incluyen a unos pocos, provenientes
de instituciones con credibilidad educativa. En estos procesos, muchas
veces, no dejan de ser injustos, pues la inclusión o exclusión de profesionales
para los puestos de trabajo proviene de la buena o mala imagen mediática
que tenga la institución educativa. Estos procesos también propician
que aquellos profesionales excluidos sólo afinquen sus esperanzas de
ubicarse en puestos de trabajo de instituciones públicas o estatales
en donde los niveles de exigencia profesional no son muy exigentes,
y en donde los criterios de selección, en muchos casos, se dan por compadrazgos
políticos.
f) Durante la guerra civil en nuestro país, en gran medida, los corresponsales
extranjeros asumieron las funciones educativas, en ausencia de un rol
eficiente de las universidades. Actualmente, algunas asociaciones han
asumido ese papel, como es el caso del Sindicato Nacional de Periodistas
y Similares de El Salvador (SINPESS) al posibilitar
cursos de actualización de técnicas redacción periodística a informadores
provenientes de todo el país.
g) Hegemonía en el campo profesional de que es más importante para el
ejercicio profesional la técnica empírica, adquirida por la costumbre,
que la técnica fundamentada en supuestos teóricos.
h) La poca tradición investigativa como fuente de contenidos para la
práctica docente actualizada y el concomitante atenimiento
sólo a bibliografía desfasada e impertinente para nuestro contexto.
i) La falta de debate con las asociaciones de comunicadores; más bien
prevalece la contención entre profesores e informadores, como si fuera
en la época de la guerra fría.
Organización
educativa.
Además,
como una de las más fuertes debilidades de los centros de estudios superiores
que ofrecen la carrera de periodismo o comunicaciones, es la falta de
una política de control de calidad del servicio educativo. Entre otras
características que expresan este hecho, se encuentran:
Las administraciones
académico-administrativas, bajo "libertad de cátedra". Amparadas
en el reconocimiento constitucional de que el profesorado goza de una
libertad de cátedra, se aplica la política del dejar hacer, dejar pasar:
Concretamente, que el profesor se limite a entregar el programa del
semestre, que llegue a clase y que cumpla con el calendario académico
establecido por las instituciones. Por lo demás, que el profesor se
las arregle frente a los alumnos como pueda y como sea. Está bajo el
libre arbitrio de la"libertad de cátedra".La
supervisión se reduce entonces al cumplimiento de sus horas laborales
y del calendario académico. Se deja fuera la calidad de la práctica
docente con relación a la formación profesional de los estudiantes.
Procesos educativos de poca calidad. Como resultado de esa libertad
casi ilimitada, las estrategias, las metodologías, las acciones y las
evaluaciones educativas, en muchas ocasiones, no son coherentes con
la misión y la visión del centro educativo. Es más, los planteamientos
teóricos o sus enfoques metodológicos son desactualizados
y descontextualizados, en la medida que están distantes del debate teórico
de las disciplinas en cuestión, y porque muchos de los conocimientos
tratados en las aulas están desconectados de la lógica de la producción
social de la comunicación tanto en los medios como en el ámbito cotidiano.
Revisiones curriculares descontextualizadas. Por exigencias del Ministerio
de Educación o de las autoridades institucionales, se revisan de cuando
en vez los planos de estudios. Revisiones que no alcanzan los propósitos
esperados, porque adolecen de una política educativa definida, de un
método riguroso de producción y, muchas veces, de una competencia teórica
moderna sobre las disciplinas involucradas en la formación profesional
de los comunicadores sociales. Revisión tras revisión, terminan solamente
cambiándoles el nombre a las materias. Por las dificultades de administración
de los procesos educativos y el poco control de calidad en los salones
de clase, las revisiones curriculares terminan en un mero acto protocolar,
sin juicio ni beneficio. El alumno sigue recibiendo una información
desactualizada y sin ninguna conexión con
el mundo real de las comunicaciones.
Por la ruta social de la profesión
En la paupérrima
discusión sobre el estado actual de las comunicaciones en El Salvador,
se hace referencia al "comodismo,"
a la falta de interés de los profesores universitarios por trabajar
en un medio de comunicación; al hecho de que buena parte de los egresados
o graduados de las licenciaturas ejercen ocupaciones que poco o nada
tienen que ver con el campo profesional, y a la migración de periodistas
experimentados del medio a otras instituciones públicas o privadas.
Al observar más detenidamente el asunto, resulta que los tres fenómenos
son expresión de la fragilidad de todo el campo profesional de las comunicaciones
en el país. Por eso, más que tratar de negarlos ingenuamente o de tipificarlos
peyorativamente, ameritan un reconocimiento responsable, para proponer
soluciones adecuadas.
Cuando se critica al profesorado, desde los medios de comunicación social,
se lo caracteriza como "cómodos", "faltos de experiencia",
"incapaces" y otra ristra de adjetivos peyorativos. El fondo
de las valoraciones negativas redunda en que no ejercen en ningún medio
de comunicación social y la falta de interés por demostrar toda su sapiencia
en la producción de comunicaciones.
Sin desvirtuar la validez de algunas críticas, me parece que el problema
es más complejo, pues la razón se encuentra en la naturaleza misma del
campo profesional de las comunicaciones. Las dos instituciones sociales
que constituyen dicho campo, la universidad y los medios de comunicación
social, se caracterizan por:
1) Tener rutinas de producción abismalmente diferentes. La universidad
tiene como función esencial la formación profesional de periodistas.
Fundamentalmente, esa función se cumple por medio de un trabajo estrictamente
educativo: clases, trabajos de investigación, exámenes, aulas, etc.
El medio de comunicación social tiene como función esencial, en la parte
redaccional, informar, esta la cumple a través de un trabajo
mediático: búsqueda de fuentes de información, cámaras fotográficas
o de vídeo, micrófonos, grabadoras, sala de redacción, etc. Por sus
componentes y formas en que producen, un medio de comunicación esencialmente
no puede dedicarse a formar profesionales, interesa producir la información;
la universidad esencialmente no puede dedicarse a producir información
periodística, interesa formar profesionales.
En ese marco diferencial, la universidad actualmente no dispone plenamente
de medios de comunicación propios, ni en cantidad ni en calidad, aun
cuando necesita de ellos como herramientas didácticas. Se dice como
herramientas didácticas, porque los medios de comunicación en una escuela
de comunicaciones no pueden tener la misma naturaleza ni las mismas
rutinas de trabajo que los medios comerciales.
2) Ambas instituciones están divorciadas. Por su propia dinámica y por
la falta de visión estratégica, tanto los medios de comunicación social,
como las universidades no se plantean políticas y estrategias de cooperación,
para unificar criterios sobre el tipo de profesional que necesita la
sociedad para su desarrollo. Esto es lo que menos interesa.
En el afán de comerciar con la publicidad por medio de las informaciones,
muchos empresarios de medios de comunicación no conciben que, coordinándose
y cooperando con la universidad en la formación de profesionales, puedan
hacer mejor su negocio en el mercado de las comunicaciones, en un mundo
que se fundamenta en el conocimiento y la competitividad.
En lugar de increpar a la universidad porque no forma profesionales
capaces, deben de favorecerla por medio de programas de financiamiento
para recursos didácticos (medios de comunicación), para la actualización
de profesores, o para becas para los alumnos más destacados, etc. En
todo caso, pueden propiciar espacios de reflexión en los cuales se debata
el estado actual de las comunicaciones en el país, y consecuentemente,
se establezcan consensos sobre qué posibilitar en el futuro del campo
profesional en una sociedad mediatizada y globalizada
En el caso de la universidad, en su tradicional ostracismo, tampoco
se abre a las posibilidades que pueden ofrecer los medios de comunicación
social, por medio de la instalación y legalización de sus propios medios
de comunicación, o por la vía del establecimiento de convenios con los
medios comerciales, para que los alumnos puedan tener prácticas en éstos
como parte de las exigencias académicas. Además, ofrecer análisis rigurosos
del funcionamiento de la comunicación en el país y, por qué no decirlo,
propuestas de estrategias de comunicación, que sirvan como insumo para
la toma de decisiones en los medios de comunicación.
Además de ser dos rutinas de producción completamente diferentes, pero
complementarias, para la generación de profesionales capaces de manejar
la técnica, como el sentido democrático a la producción del presente
social actual, son dos instituciones distintas en cuanto a las pobres
condiciones socioeconómicas. Estas circunstancias marcan indefectiblemente
los ritmos de trabajo y la actitud con relación a la producción periodística.
Entre otras diferencias, y excluyendo los afortunados periodistas o
comunicadores que están dignamente bien remunerados, se encuentra que:
El docente
universitario, en el área de las comunicaciones, aproximadamente tiene
salarios que van desde los 4 mil colones (en el caso de los instructores),
hasta los 7 mil 500 colones (caso de los profesores de mayor antigüedad);
mientras que un reportero, desde los 300 colones hasta los 4 mil 500
colones.
El docente universitario dispone de mayor estabilidad laboral por medio
de la ley de salarios; mientras un periodista en un medio de comunicación
colectiva se encuentra en una relativa estabilidad laboral. Un periodista
en una institución privada o pública tiene mayor estabilidad y goza
de mayores y mejores prestaciones.
El docente universitario goza de las mínimas prestaciones sociales,
las establecidas por el Estado; mientras gran cantidad de periodistas
no están ni asegurados en el ISSS.
Consecuentemente, estas diferencias en las condiciones socioeconómicas
de ambos profesionales traen una serie de actitudes con respecto a su
situación de vida, a saber:
Mientras
el profesorado universitario tiene medianamente asegurado su futuro,
el periodista, inseguramente definido;
Mientras el profesorado universitario evidencia comodidad en sus labores,
el periodista, compulsión laboral;
Mientras el profesorado tiene un mayor y permanente reconocimiento social,
el periodista, un reconocimiento fugaz;
Mientras el profesorado dispone de mayor posibilidad de formarse académicamente,
el periodista tiene bastante cerrada la posibilidad, por las rutinas
del trabajo o por la falta de políticas de formación en las empresas
informativas.
Por la excesiva oferta de trabajadores informativos y la poca demanda
de puestos de trabajo en los medios de comunicación, las posibilidades
de laborar en un medio se esfuman para la gran mayoría de graduados
universitarios. El mercado de las comunicaciones no absorbe a los entre
100 y 200 graduados cada año.
Ante una situación, y por la necesitad de sobrevivir, la acreditación
profesional del comunicador o periodista sirva como condición académica
para enrolarse en otros campos de trabajo distinto al de las comunicaciones.
Veamos algunos casos:
En instituciones
estatales o privadas. Actualmente la obtención de una titulación en
periodismo o comunicaciones permite no necesariamente una bien remunerada
plaza en un medio de comunicación social, sino que:
-Se constituye en un requisito para optar a una plaza de docente 3 en
el escalafón del sistema educativo nacional. Decenas de periodistas
o comunicadores prestan su servicio en el tercer ciclo o bachillerato
del sistema educativo nacional.
-Se convierte en un requisito para poder optar a una sub-inspectoría
en la Policía Nacional Civil, luego de un año de estudio en la Academia
de Seguridad Pública. Parecido a lo que ocurre en el sistema educativo,
la PNC se ha convertido en la empleadora de decenas de licenciados en
periodismo o en ciencias de la comunicación.
-Se acumula como un crédito en la historia de vida de un profesional
que se dedica a otra ocupación. Muchos se han vuelto vendedores de carros,
perfumes, seguros, pastores, etc.
-Se constituye como requisito importante para optar a una plaza en una
oficina de comunicaciones en Organizaciones no gubernamentales;
-Se convierte en una posibilidad de acceder a un trabajo en una agencia
de publicidad. +
En términos porcentuales, aproximadamente estas posibilidades en el
mercado laboral significan un 70%.
En las
salas de redacción. En el caso de los medios de comunicación social,
las posibilidades de movilidad hacia otras instituciones sociales, sin
una titulación, son más reducidas. Los destinos son:
-De un medio a otro (por ejemplo de la radio a la televisión),
-De un medio a un gabinete de comunicaciones (llámese unidad de comunicaciones,
de prensa y propaganda o de relaciones públicas). En estos espacios,
se requiere presentar una experiencia demostrable y con cierta fama.
La titulación no es imprescindible; después se consigue. Asimismo, en
el triste panorama de los medios de comunicación, el reto para el periodista
es agenciarse una plaza en estos espacios, pues estos representan una
mejor garantía socioeconómica para el presente y para el futuro familiar.
Conclusiones
Reconocimiento
del estatuto del comunicador.
Con el propósito de superar las ingenuidades educativas en el campo
de la enseñanza de las comunicaciones, de contextualizar el perfil de
los informadores y de confeccionar un modelo curricular pertinente para
el país, se requiere considerar las siguientes sugerencias:
1) Que
el periodismo u otra práctica similar no es un oficio fundamentado en
el olfato reporteril o en la exclusiva habilidad para redactar una noticia,
sino una profesión. Educativamente hablando, implica preparar al periodista
o al informador no sólo para el oficio de periodista, sino también para
la mediación crítica y propositiva a partir
de un reconocimiento apropiado del entorno político y social del país.
2) Que
la formación de comunicadores no debe homogenizarse solamente para el
uso y el lenguaje de los medios de comunicación social. Esto porque
el campo de trabajo en los medios está bastante agotado, y porque la
complejidad del quehacer comunicacional del
país no se agota en ellos, sino que existen otras formas y otros medios
de comunicación, como la institucional, la publicitaria, la política,
la educativa, para la salud, para el medio ambiente, etc.
3) Que
la formación de comunicadores o informadores debe estar basado en un
equilibrio necesario y actual entre:
a) los conocimientos teóricos que sobre la comunicación e información
proporcionan tanto las ciencias sociales como los saberes
humanísticos, y
b) el aprendizaje en el uso de las capacidades expresivas de los instrumentos
técnicos que intervienen en los procesos de producción de la comunicación
y de la información.
4) Que
la universidad debe interrelacionarse con los otros sectores de la nación
ligados a la comunicación, con el propósito de concretar procesos de
colaboración mutua. Sólo así la universidad podrá nutrirse de los procesos
comunicativos del país para aplicarlos en la docencia, y proponer nuevas
modalidades de elaborar productos comunicacionales
más congruentes con las necesidades actuales.
5) Que,
para concretar todo lo anterior, se requiere de una inversión:
en
la capacitación del profesorado, en áreas prioritarias como la investigación;
en la obtención de recursos tecnológicos necesarios,
en la actualización de salarios de los docentes,
en proyectos de investigación sobre los procesos comunicacionales
del país,
en la revisión permanente de los programas curriculares y
en la creación de espacios de debate entre los sectores del campo profesional.
Interacción entre universidad y sistema informativo
Para complementarse, como una necesidad ineludible, tarde o temprano
se requiere de una interrelación sólida entre las dos instituciones
del campo profesional: La universidad debe formar profesionales según
las exigencias tanto de los medios de comunicación, como de las prioridades
de la nación en general.
Para que la universidad cumpla esa misión, los medios de comunicación
social deben constituirse tanto en un soporte de
información sobre sus necesidades comunicacionales
y profesionales, como en facilitadores de
las condiciones experienciales para el alumnado.
Una interrelación sólida beneficiará a todo el campo profesional, porque:
en
la práctica de la docencia, redundará en una competencia teórica tanto
en el área didáctica como en la comunicacional;
en la práctica de los medios de comunicación social, redundará en una
creciente habilidad para hacer uso del lenguaje de las tecnologías y
en la competencia en una producción democrática de la información periodística.
Fuentes consultadas
Cantarero,
Mario Alfredo (1994): "Formación
de periodistas: Desde y para la sociedad actual, en Revista Comunicaciones,
El Salvador, Universidad de El Salvador, Departamento de Periodismo,
Noviembre, Número 1, Páginas 14-16
Cantarero, Mario Alfredo (2000): "Formación
de periodistas profesionales", en Revista de la Escuela de Ciencias
de la Comunicación, El Salvador, Universidad "Dr. José Matías –Delgado",
Año 1, Volumen 1, Págs. 11-18.
Fuentes Navarro, R. (1992): "Estudio de la comunicación desde una
perspectiva sociocultural en América Latina", en Revista Diálogos,
No.32, marzo.
Sánchez, Joaquín (1994): "Formación de comunicadores y movimientos
sociales", en Comunicación y movimientos sociales, Primer Encuentro
de Almagro, España, páginas 365-381
Romano, Vicente (1994): "Tesis críticas sobre Comunicación y comunicadores",
en Comunicación y movimientos sociales, Primer Encuentro de Almagro,
España, páginas 381- 403